lunes, 13 de junio de 2016

CREOLE, el velero más bonito y maldito de todas las épocas

Bienvenidos a bordo, bienvenidos a El Navegante Delta Tour!
En esta oportunidad le contaremos la dramática historia del, según se comentaba, velero más hermoso y lujoso de la época. Acérquense algo para amenizar la lectura y siéntase cómodos de arrancar cuando quieran...

En el año 1926, el millonario Alec Cochran quiso regalarse un barco. Pero no un barco cualquiera. Él quería el barco más bonito del mundo. Estaba enfermo de tuberculosis y, sabiéndose cerca de la muerte, quería –y podía permitirse tal capricho. Con este deseo de millonario moribundo empieza la historia del Creole, la nave maldita más bonita del mundo.


Alec Cochran contactó entonces a Camper & Nicholson, un famoso astillero que fabricaba barcos de lujo, para encargar su nuevo juguete. Se lo hicieron, cumpliendo las expectativas, y cuando se lo entregaron quiso bautizarlo como manda la tradición: lanzándole una botella de champagne. Se decidió por el nombre de Vira y cedió el honor del bautizo a su amigo Fred Hughes. Pero Hughes era una persona avanzada en edad y su fuerza ya flaqueaba. Hicieron falta tres intentos para que lograra romper la dichosa botella. Eso, como bien sabe todo marinero, significa… ¡maldición! El Vira iniciaba su vida con el pie izquierdo.

Pasado el susto, su propietario quiso estrenar su nuevo juguete, pero los altísimos mástiles le provocaban poco menos que vértigo y los hizo cortar. Fue entonces cuando se dio cuenta que con esta mutilación el barco le resultaba demasiado pesado y poco manejable, y finalmente decidió venderlo sin haber llegado tan siquiera a navegar en él.

Así el pobre barco empieza el periplo que lo iba a llevar a la ruina. Primero, en 1928, lo compró un tal Maurice Pope, que lo rebautizó con el nombre de Creole, en honor a su postre preferido, el que le preparaba su cocinero de Nueva Orleans. Luego, en 1937, el Creole pasó a manos de Sir Connop Guthrie, quien pidió a los de Camper & Nicholson que restauraran la arboladura original.

De nuevo reformado, el barco tuvo que participar del devenir de la historia. Había empezado la Guerra Mundial y al Creole fue requisado y destinado a patrullar, como caza minas, las costas escocesas, y en una de sus “acciones bélicas” la pobre nave perdió los mástiles y fue abandonada.

No es hasta 1947 que el abandonado velero vuelve a la vida. Stavros Niarchos, un rico armador griego, lo compra y lo restaura. Lo quiere, básicamente, para hacerse ver, pues su principal objetivo es ganarle en glamour a su cuñado, que era ni más ni menos que el magnate Onassis. Si uno salía a la mar con una embajadora americana, el otro se apresuraba a invitar a alguna otra personalidad que estuviera a la altura, y así pasaban sus días de millonarios. Aunque que Niarchos consiguiera que los príncipes Juan Carlos y Sofía pasaran la luna de miel en su barco, cuando su famoso cuñado también les había ofrecido su barco, puede considerarse una pequeña victoria para el ego del dueño del Creole.

Pero lo glamoroso terminó de golpe en 1970, cuando la esposa de Niarchos falleció en el barco en extrañas circunstancias. El diagnóstico: sobredosis de barbitúricos. La versión oficial: un accidente. La versión de las malas lenguas: un suicidio… o un asesinato. Fuera lo que fuera, fue suficiente para que el armador decidiera vender “la nave de la mala suerte” y empezar una nueva vida casándose de nuevo ni más ni menos que con su propia cuñada, la ex mujer de Onassis.

El Creole quedó de nuevo huérfano y abandonado. Y volvió a pasar de mano en mano, hasta que en 1977 lo compró el ejército danés para convertirlo en un barco-escuela para jóvenes problemáticos. Durante cinco años, el navío acogió a drogadictos, landronzuelos y alcohólicos,… hasta que malogrado y bastante descuidado fue de nuevo puesto a la venta.

Lo compró, en 1983, el empresario y diseñador de moda Maurizio Gucci. Lo ancló en Mallorca y lo restauró minuciosamente. El Creole volvió a ser la nave más bonita del mundo.

Tardó 12 años, pero la maldición volvió. En 1995 Gucci muere asesinado a manos de unos matones contratados por su esposa.

El Creole está ahora en manos de las hijas del diseñador. Intentaron venderlo, con todas las pertenencias incluidas, pero nadie quiso comprarlo. ¿Será por miedo a la maldición?